RELATOS: LÍA

Inventar una historia en la que aparezcan seis palabras que te vengan a la mente en este momento, referentes a una profesión, un lugar, una persona famosa, un sentimiento, un objeto y una relación. 

¿Te animas a inventar una historia? Yo ya lo he hecho, este es mi relato:

 

Profesión: médico                              Lugar: montaña 

Persona famosa: Isabel Allende        Sentimiento: amor 

Objeto: pelota                                     Relación: amistad 

 

LÍA 

 

Me llaman Lía, de Rosalía. Mi madre de pequeña empezó a llamarme así porque le encantaba la canción de LÍA de Ana Belén y entre lío y lío, Lía me quedé. La verdad, es que prefiero que me llamen con el diminutivo, es más original, mucho mejor que Rosalía que suena añejo. 

 

Soy médico de familia en un centro de Atención Primaria de Cantabria, el centro de salud La Montaña. Es de pensar por el nombre que estamos rodeados de grandes elevaciones de tierra que miran hacia el cielo, pero no, estamos en el centro de Santander, soy pura urbanita. 

 

Cuando salgo de mi rutina, de mi trabajo, para desconectar, me gusta observar e imaginar. Por ejemplo, veo una persona por la calle y me invento cómo será su vida, qué problemas tendrá, sus deseos, su carácter... No es que no tenga vida propia, qué va, es un entretenimiento que practico hace años, es dejar volar la imaginación, crear historias mentales bonitas o trágicas y de las que nunca sabré si acertaré o no. Es mejor que leer un libro o ver una película, aquí y ahora creo yo la historia. 

 

Siempre llevo encima una libreta azul para anotar ideas o cosas interesantes que observo o me ocurren. Es mi “libro de anotar la vida”, tal como llamaba Isabel Allende a su diario personal. 

 

Llevaba observando varios días que al pasar por la calle Rosalía de Castro esquina calle Carmen Bravo-Villasante, una señora de avanzada edad vendía pelotas de colores hechas de ganchillo y que nadie se acercaba a ella. 

 

Como persona curiosa y un poco fisgona, al final tuve que acercarme y preguntar el precio de las pelotitas. Cincuenta céntimos, me dijo. Observé sus manos arrugadas y artríticas con las que seguía tejiendo cadeneta tras cadeneta formando una bolita azulona. ¿Y si me las llevo todas? Volví a preguntar. Pues serán veinte euros, me respondió mirándome con los ojos cerrados, me sorprendieron sus párpados transparentes, parecían semibabosas Gaeotis. 

 

Escuché con atención lo que me decía mi corazón y me las llevé todas. La anciana recogió y se marchó, la seguí con la mirada y me monté mi película, ahora pasará por el supermercado y con los veinte euros se comprará leche y madalenas para merendar y pan de molde con jamón dulce para cenar y por fin podrá irse a casa y descansar y seguirá haciendo pelotitas acompañada de su gata Perla que se acurrucará a su lado... 

 

Cuando llegué a mi casa, me recreé con mis casi cincuenta bolitas de colores y se me ocurrió la brillante idea, o al menos así me pareció a mí, de escribir frases de amistad y de amor en cartulinas pequeñas y coserlas con un hilito a las pelotitas. 


El día siguiente fue muy emocionante, de camino al trabajo, desgajaba las miradas de algunos transeúntes que aceptaban mi pelotita, hasta encontrar una sonrisa. 

 

Os leeré algunas de las frases que escribí: 

  • Quédate con quien te bese el alma, la piel te la puede besar cualquiera 
  • Saborea los momentos felices para que duren más tiempo 
  • El silencio es tu mejor amigo, no te juzga, te deja en paz contigo mismo 
  • La amistad es una de las mayores fuentes de felicidad 
  • La distancia impide abrazos, no sentimientos 
  • El corazón nunca olvida el lugar donde dejó sus mejores latidos 

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